Observatorio Genero y Equidad

Bienvenida/o al Observatorio Genero y Equidad
¿Qué pasaría si gobernaran solo mujeres?

¿Qué pasaría si gobernaran solo mujeres?

En un rincón del mundo —uno que no aparece en los mapas y cuyo nombre cambia con cada generación— surgió un experimento político sin precedentes: un país gobernado exclusivamente por mujeres. No se trató de una imposición ni de una revolución sangrienta, sino de un giro inesperado del destino, impulsado por la voluntad de un pueblo cansado de promesas incumplidas y guerras sin sentido.

Este artículo se adentra en esa realidad imaginaria para explorar, de manera creativa y crítica, cómo podría ser un país si el poder estuviera, sin excepción, en manos femeninas.

El nacimiento de “Ellaria”: un país gobernado por mujeres

“Ellaria”, como fue bautizado este peculiar país, no nació de una utopía feminista ni de una agenda ideológica radical. Surgió tras una profunda crisis social y económica que obligó a sus habitantes a replantearse sus valores y liderazgos. Tras décadas de corrupción, conflictos armados y desigualdad, una ola de cambio arrasó con el viejo sistema.

En unas elecciones históricas, la totalidad de los cargos de gobierno —desde la presidencia hasta las alcaldías— fueron ocupados por mujeres. La prensa internacional lo calificó como “el gran experimento social del siglo XXI”.

Un estilo de liderazgo diferente

Desde los primeros meses, algo cambió. No fue solo el lenguaje, sino la forma en que se tomaban decisiones. Las reuniones de gabinete ya no eran campos de batalla verbales, sino espacios de escucha activa, debate colectivo y resolución colaborativa de problemas.

Las líderes de Ellaria no competían por protagonismo; trabajaban por resultados. Se implementaron políticas de conciliación laboral, atención a la salud mental, educación afectiva en las escuelas y justicia restaurativa.

El fin del “síndrome del macho alfa”

Uno de los cambios más notorios fue la desaparición del clásico liderazgo autoritario, ese que confunde poder con control. En su lugar, emergió una gobernanza centrada en la empatía, la negociación y la inclusión.

Los expertos políticos comenzaron a hablar del “modelo Ellaria”, una forma de gestión pública en la que la cooperación valía más que la imposición.

Educación: sembrando el futuro desde las emociones

La educación fue la primera prioridad del nuevo gobierno. Las ministras no solo aumentaron el presupuesto educativo, sino que rediseñaron por completo el currículo nacional.

Se introdujeron asignaturas como “Inteligencia Emocional”, “Resolución Pacífica de Conflictos” y “Cuidado del Entorno”. Se eliminaron los estereotipos de género en los libros de texto, y se promovió la figura de mujeres científicas, líderes, pensadoras y artistas olvidadas por la historia oficial.

Los resultados no tardaron en llegar. En solo cinco años, Ellaria alcanzó uno de los índices de analfabetismo más bajos del planeta, y los casos de acoso escolar disminuyeron drásticamente.

Economía con rostro humano

Ellaria apostó por una economía centrada en las personas y el bienestar colectivo. El crecimiento económico no se medía solo en términos de PIB, sino en calidad de vida, acceso equitativo a recursos y equilibrio con el medio ambiente.

Las políticas fiscales favorecieron a las pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas lideradas por mujeres. Se promovieron redes de comercio local, economía circular y cooperativas.

Además, se instauró la “semana laboral de 32 horas” para permitir mayor tiempo con la familia, reducir el estrés y aumentar la productividad. Contra todo pronóstico, la economía floreció.

La ética por encima del lucro

En lugar de premiar la acumulación de riqueza, Ellaria fomentó la redistribución equitativa. Se penalizaron prácticas empresariales abusivas y se premió la responsabilidad social corporativa. Las grandes empresas debían rendir cuentas no solo ante el fisco, sino ante la sociedad.

Las ministras de economía defendían una idea sencilla pero poderosa: “Ganar dinero no puede ser más importante que cuidar la vida”.

Política exterior: diplomacia antes que dominación

En el plano internacional, Ellaria se convirtió en un referente de diplomacia preventiva. Su política exterior se centró en la mediación de conflictos, la cooperación multilateral y el respeto a los derechos humanos.

Mientras otras potencias invertían en armamento, Ellaria destinaba su presupuesto a misiones de paz, educación global y ayuda humanitaria.

¿Y el ejército?

Sí, Ellaria tenía fuerzas armadas, pero su rol era principalmente humanitario: rescate en desastres naturales, apoyo en crisis sanitarias, y protección ambiental. El concepto de “defensa nacional” se redefinió bajo la premisa de que cuidar a las personas es la mejor forma de proteger un país.

Salud: un enfoque integral

El sistema de salud de Ellaria fue rediseñado para considerar no solo el cuerpo, sino también la mente y el entorno. Se incorporó la salud mental como pilar de la atención médica, con psicólogos y terapeutas en escuelas, centros laborales y hospitales públicos.

La medicina preventiva tomó protagonismo, con campañas masivas de autocuidado, alimentación consciente, actividad física y reducción del estrés. Las enfermedades crónicas disminuyeron, y la esperanza de vida aumentó notablemente.

Seguridad: menos cárceles, más justicia social

El sistema de justicia de Ellaria priorizaba la prevención y la reinserción. Se invirtió en programas comunitarios, educación en valores y justicia restaurativa. Las cárceles dejaron de ser depósitos de exclusión y se convirtieron en espacios de transformación.

Los delitos disminuyeron de forma sostenida. El secreto no era la mano dura, sino la inclusión.

Críticas y desafíos

No todo fue perfecto en Ellaria. Hubo tensiones internas, decisiones polémicas y voces que pedían volver a un sistema mixto. Algunos acusaban al gobierno de “idealismo ingenuo” y de tomar decisiones demasiado emocionales.

Además, surgieron debates sobre la representación de hombres en cargos públicos y el riesgo de generar un nuevo tipo de exclusión.

La autocrítica como motor de cambio

Sin embargo, lo que marcó la diferencia fue la capacidad del gobierno para reconocer errores. A diferencia de muchos sistemas donde el poder se aferra a sí mismo, en Ellaria se cultivaba la crítica constructiva y la escucha ciudadana.

Las mujeres al mando entendían que liderar no era tener todas las respuestas, sino saber hacer las preguntas correctas.

¿Y los hombres?

¿Desaparecieron los hombres de la vida pública? Por supuesto que no. Muchos ocuparon roles clave en la sociedad: científicos, artistas, docentes, activistas. Su aporte fue fundamental, aunque no desde el poder institucional.

Algunos se sintieron desplazados al principio, pero con el tiempo se incorporaron a un nuevo paradigma donde el valor no se medía por el rango jerárquico, sino por el impacto social de sus acciones.

Un modelo exportable… ¿o no?

La experiencia de Ellaria captó la atención del mundo entero. Algunos países intentaron replicar el modelo, con resultados dispares. Lo que funcionó en Ellaria no era una receta mágica, sino el fruto de una historia particular, de una sociedad que apostó por un cambio profundo en sus valores.

Más que un modelo exportable, Ellaria se convirtió en un espejo incómodo para muchos sistemas de gobierno que priorizan el poder sobre las personas.

Conclusión:

¿Qué pasaría si gobernaran solo mujeres? Quizás nada extraordinario… o tal vez todo cambiaría. Lo cierto es que imaginar una realidad así nos obliga a repensar nuestros paradigmas de liderazgo, poder y convivencia.

No se trata de idealizar a las mujeres ni de demonizar a los hombres. Se trata de reconocer que el género ha sido, durante siglos, un filtro excluyente en la política, y que abrir las puertas del poder a nuevas formas de ser, sentir y decidir puede enriquecer nuestras sociedades.

Ellaria no existe —al menos no todavía—, pero su historia nos recuerda que otro mundo es posible… si nos atrevemos a imaginarlo.